Robert Capwell: Mi papá se llevó en el corazón a Emelec

La sensación, al estrechar su mano, es la de haber hecho un asombroso viaje hacia atrás en el tiempo. Es casi como un encuentro con la historia, con la leyenda. Uno hasta cree que el apretón con la diestra lo recibe del mismísimo George Capwell, el hombre mito de Emelec. El padre de una pasión azul, constructor de un estadio, que revolucionó el deporte de Guayaquil desde las canchas de béisbol y básquet, desde las piscinas y los rings. La vuelta a la realidad, luego de breves segundos de estupefacción, se produce cuando sonriente, en perfecto español “aprendido de pibe en Guayaquil”, donde nació en 1942, saluda: “¡Hola, yo soy Robert Capwell!”. El hijo menor del patriarca azul vino como invitado a la reapertura del escenario que inmortalizó el nombre de su padre. Afable, el exoficial naval de Estados Unidos habló con este Diario de su progenitor (radicado en esta urbe entre 1926 y 1946 y luego entre 1952 y 1968), de su vida en esta ciudad y del amor del Gringo Guayaquileño por el club que fundó en 1929.

¿Qué representa Guayaquil para usted?
Guayaquil es muy importante para mí. Nací aquí, viví aquí por varios años y fui gerente del Bank of America. Además, mi afición por Emelec es algo que nunca voy a olvidar.

Su padre dejó una huella eterna. ¿Cómo toma eso?
Es un gran orgullo para mí y para toda mi familia. Mi papá vino con el deseo de incluir a quienes pudiera en el trabajo, el deporte, en el club. A todos les daba igual oportunidad. Quería buenos ciudadanos y mejorar la comunidad a través de la práctica del deporte.

Se cree que su padre era muy riguroso con Emelec, los socios, los deportistas…
Y también con nosotros (ríe). Mi padre nos decía: “Mira, tú estás viviendo una vida, vívela bien. Sigue las reglas, trata de ser mejor que los otros, pero siempre debes tener el espíritu de ser exitoso en tu vida”. Yo jugué béisbol con Emelec, cuando tenía 15 o 16 años, porque era algo que yo quería hacer. Y no recibí ningún privilegio ni favor por ser el hijo de George Capwell. “Tú debes ir al campo y probar lo que puedes hacer”, me decía.

¿Alguna vez le comentó qué era Emelec para él?
Emelec era para mi papá algo que llevó, hasta su muerte, siempre en el corazón. Creía en fundar un club deportivo para que todos los empleados (de la Empresa Eléctrica) tuvieran la oportunidad de mejorar su vida. Quería que por medio del deporte llegaran a un nivel más alto del que ellos creían que podían llegar.

¿Cómo fue la vida de Capwell lejos de Emelec y de Guayaquil cuando se fue la primera vez, en 1946?
Extrañó porque pasó 20 años aquí. Estaba muy ligado a la empresa, a Emelec y a todos los ámbitos deportivos de la ciudad. Estaba involucradísimo en la natación, béisbol, fútbol –bueno, en fútbol no tanto (ríe)–. Después regresó como invitado para el Sudamericano de 1947, pero cuando se fue en 1946 –aunque yo era un pibe en esa época–, sé que mi papá y la familia estaban con pena en el corazón. Mis padres llegaron a Guayaquil en 1926 e irse fue dificilísimo.

¿Qué opina de los homenajes recientes?
Ayayay, ¡caramba! Es un honor. Qué se puede decir.

Su padre es llamado Gringo Guayaquileño. ¿Cree que se enamoró de la ciudad?
Absolutamente. Mi papá se fue en 1946 a Panamá y volvimos en 1952 (laboró allá en la Compañía de Luz y Fuerza). Lo querían transferir a Nueva York y decía: “No. Es posible que pueda quedarme en Guayaquil. Veamos cómo arreglamos para quedarnos aquí”. Para él y mi familia, Guayaquil era muy especial.

¿Cómo hacía Capwell para abarcar tantas actividades?
Tenía trabajo de 07:00 a 14:00 en la Empresa Eléctrica y luego se producía un cambio en su mente. De 15:00 a 19:00, o hasta mucho más tarde, él era todo de Emelec.

¿Nunca le reclamaron en la familia más tiempo?
De vez en cuando (ríe). Pero sabíamos que tenía el deseo de hacer las dos cosas lo mejor posible. El trabajo, Emelec y la familia eran para mi padre las cosas más importantes.

¿Es real la anécdota de que para ser socio de Emelec primero había que boxear con George Capwell?
Así era. A mí también me lo hizo cumplir cuando solo tenía 4 años. Tuve que ponerme guantes de 16 onzas para pelear con Roberto Santos, hijo de Aníbal Santos (titular del Club Sport Emelec de 1952 a 1957), quien estuvo en la empresa con mi papá y jugó todos los deportes con él.

¿Qué le pareció el estadio Capwell remodelado?
Es una belleza; increíble. No sé cómo se arreglaron para crear, con $ 26 millones, un estadio tan lindo. Los hinchas están muy cerca de la cancha.

¿Cuáles fueron los mejores amigos de su padre?
El ingeniero Aníbal Santos, el señor (Víctor) Peñaherrera, Teófilo Fuentes. Es la gente que recuerdo de pibe, o hasta los 15 años. Siempre estaban con mi papá. Empezaron con él en la Empresa Eléctrica y también en Emelec.

Usted cortó el listón que significó la reapertura oficial del estadio que construyó en 1945 su padre.
Para mí esa noche (del miércoles pasado) fue algo muy emotivo. Cortar la cinta fue un placer.

¿Fue al Museo de Emelec?
¡Estuve ahí el otro día! Es extraordinario, buenísimo. Vi la estatua de mi padre. Vino mucha gente a tomarse fotos cuando supieron que estaba yo. “Ahí está Capwell”, decían.

¿Qué mensaje le deja a Guayaquil, su ciudad natal?
No venía desde 1991 (cuando se rehabilitó el Capwell) y veo un cambio tremendo. Es ahora más moderna, con mucho tráfico, como las ciudades grandes. Les recomiendo mantener la pasión deportiva. Si alguien cree poder ser un gran boxeador o nadador, inténtenlo. Lo pueden hacer.

¿Qué les relatará de esta experiencia a los Capwell en Estados Unidos?
No sé si podré explicarles el orgullo tremendo que siento. El estadio es una belleza. Los hinchas están casi en la cancha. Hicieron mucha bulla (ante el New York City), pese a ser un juego amistoso.

¿Sabe que varios grupos de hinchas de Emelec visitan la tumba de su padre?
Yo lo sé. Los primeros fueron una familia de hinchas de Nueva Jersey; mi padre está enterrado en Salamanca, Nueva York. Es algo que les nace del corazón. Cuando ellos llegaron había problemas con la limpieza, que se supone debe hacerse cada trimestre. Esa situación me dio pena, pero ellos tuvieron la iniciativa de limpiar todo y eso es algo que yo respeto mucho.

Su visita también ha sido un reencuentro familiar.
Eso es muy importante. Tengo tres sobrinas casadas con ecuatorianos. Ojalá esto siga para que los que vengan después de nosotros vean cómo se puede establecer aquí una familia norteamericana.

¿Habrá que esperar otra remodelación del Capwell para que usted regrese?
¡Ojalá que no (ríe)! Una sobrina se casa en julio y pienso venir con mi esposa.

¿Qué diría George Capwell de la obra de Nassib Neme?
Creo que le diría: “¡Qué buen trabajo (ríe)!”. (D)

Aprendí a hablar español antes que inglés. Me gusta el béisbol, pero sigo la Liga Premier, las de España e Italia y la Bundesliga.
Robert Capwell,
Hijo menor de George Capwell

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