¡Reaparece Cibeyra, rey de los goles olímpicos!

De la partida de Aníbal Cibeyra desde Guayaquil –de donde se fue hace casi 40 años envuelto para siempre en la leyenda–, rumbo a su Argentina natal, es válido citar lo que alguna vez dijo su célebre compatriota, el narrador y periodista Tomás Eloy Martínez: “Él iba cubierto por una gloria que desde entonces sería como su segunda piel”. Que en el fútbol la historia también se puede escribir sin títulos es algo que confirmó el Loco, que no necesitó de vueltas olímpicas para ser eterno en Emelec y en el balompié nacional.

Fue más bien un asombroso suceso ocurrido tres veces –por el que el libro Guinness de récords mundiales tiene una deuda pendiente con él porque no lo ha incluido oficialmente en sus registros– el que transformó a Cibeyra en una especie de jugador de culto, porque como el cine de ese tipo el expuntero diestro fue poco convencional, atrevido, transgresor. Nunca antes, ni tampoco después, alguien logró en nuestro país lo hecho por el exdelantero de River Plate, Boca Juniors y la selección juvenil argentina que ganó el Sudamericano de 1967: un triplete de goles olímpicos en tres versiones distintas del Clásico del Astillero. Aquello es su máxima muestra de genial locura porque desde un rincón de la cancha del Modelo, desde un córner recóndito, desde una reducida demarcación, Cibeyra fue el protagonista estelar, en 1978, de una hazaña sin precedentes que lo proyectó a la inmortalidad deportiva.

Carlos Miori se le preguntó cómo pudo hacer tres goles olímpicos su viejo compañero eléctrico. “Simple, Cibeyra estaba loco”, contestó hace dos años el Bombillo, que corría por la banda izquierda mientras su socio hacía del sector derecho un manicomio. Sin pistas de él desde 1980, tras dos campañas en Everest, y apenas una en Emelec, Cibeyra vuelve desde el fondo de la historia para recordar, a través de videoconferencia, su breve pero cataclísmico paso por el club millonario, que hoy celebra 90 años de fundación.

¿Volvió a Ecuador alguna vez desde que se fue?

No volví. Siempre tuve unas ganas bárbaras de regresar, pero por alguna razón se complicaba. Siempre me escriben de allá, me llaman.

¿Qué hizo tras marcharse?

Nada que tenga que ver con el fútbol. Al volver a Argentina me dediqué a cuidar abuelos, (personas mayores).

¿Sabe por qué Emelec no lo retuvo luego de 1978?

Yo tuve esa racha de los goles, anduve muy bien y quisieron que me quedara en Emelec. Pero el presidente del Everest (ahí jugó en 1979 y 1980) me dijo que quería salir campeón y le aseguré que con el paraguayo (Miguel Adolfo) López, que jugaba arriba, lo seríamos. Pero luego me cansé del fútbol, de los viajes en aviones. Volví muy cansado
a Argentina. Me dijeron que haga (el curso) para ser técnico, pero no quise hacerlo. Al finalizar 1980 yo ya no
quería saber nada del fútbol y volví a Buenos Aires.

Su arranque en Emelec fue complicado. Usted disputaba con Benigno S’Tomer la titularidad.

Físicamente no llegué bien a Guayaquil. Estaba medio gordo y no podía bajar de peso, era medio vago. Después (el técnico Guillermo César) Reynoso me dijo: ‘Cibeyra, a ver si te pones bien porque de jugar al fútbol no te puedes haber olvidado’. Empecé a entrenar a fondo y luego, cuando iba a cobrar un tiro de esquina, todo mundo empezaba a gritar: ¡Gooool!

Después comenzó, en la tercera fecha, una sociedad con Lupo Quiñónez, al quitarle el invicto a Liga (P). Era centro suyo y gol del Tanque de Muisne.

De Lupo tengo muy buenos recuerdos. Era muy buena persona. Yo lo quería mucho y recuerdo que hizo muchos goles de cabeza con mis centros. Quisiera saber cómo le va en la vida. No me olvido de (Carlos) Torres Garcés, de Juan Carlos Gómez y de todos los muchachos de Emelec. Solo tengo palabras de agradecimiento para ellos.

Y la locura de los tres goles olímpicos a Barcelona, ¿cómo fue posible?

¡Eso fue lo más lindo! Luego del tercer gol olímpico no podía salir a la calle. Me regalaron un reloj de oro porque un comerciante de la Bahía me prometió que si lo hacía, podía escoger el que quisiera y me cumplió. En la Bahía hice muchos amigos.

¿Ensayaba los tiros desde el córner con Eduardo Ñato García en las prácticas?

No, yo no entrenaba nada de eso con el Ñato, solo le pegaba al revés (con la derecha desde el córner izquierdo). El Ñato era una persona sensacional. Él me decía que no me vaya, que abriera un restaurante. Me arrepiento de haberme ido. Debí quedarme a vivir allá.

¿No lo querían matar los arqueros de Barcelona por los goles olímpicos (dos a Gerardo Rodríguez y uno a Enrique Aguirre)?

Cuando hice el tercero (1-0 azul, 19 de noviembre de 1978) como DT de Barcelona estaba el Chueco Marcos Calderón. El peruano me pedía: ‘Cibeyra, no me vayas a hacer un gol olímpico que me muero’. Esa noche todos fueron (a marcar) en el primer palo y les metí el gol en el segundo. Fue el gol que más grité. Corrí como loco por todo el estadio. Barcelona quedó marcado por mis goles olímpicos.

Lo emocionaron mucho sus tres goles olímpicos a Barcelona.

¡Sí! Era una satisfacción por ser el tradicional rival. Era como hacerle goles a Boca siendo de River o viceversa. Ese orgullo es lo único que le puedo legar a mi hijo.

Definitivamente sus goles olímpicos no eran casuales.

Un solo gol olímpico se puede creer que es casual. Dos, que es suerte, pero hice tres y eso ya no era normal. Todos decían que tenía alguna condición especial. Yo solo sé que salía corriendo alrededor de la cancha gritando cada uno y la hinchada emelecista enloquecía. Yo cobraba todos los tiros de esquina y los tiraba de los dos lados.

Esos tres goles en Emelec fueron míticos, pero ¿cómo lo trató la hinchada torera?

Cuando salía a la calle, aunque no hay comparación, parecía que yo era Diego Maradona para los emelecistas. La gente me volvía loco. Los hinchas de Barcelona me querían matar, pero eran buena gente. Un día me llevaron preso al salir de un casino y justo el tipo que me detuvo me dijo que era barcelonista y por haberle hecho tres goles olímpicos a su equipo me llevaba preso.

¿Didí, que lo dirigió en River Plate, le enseñó a hacer goles olímpicos?

El brasileño Didí fue uno de los mejores técnicos que tuve. ¡Era un fuera de serie, le pegaba a la pelota como los dioses! Didí no fallaba tiros libres. Me enseñó a acomodar el pie, pero no a marcar goles olímpicos. Me decía que había visto dos punteros derechos excelentes, fuera de Garrincha, que era un genio: el peruano (Juan José) Muñante y yo.

En Ecuador hasta los que no lo vieron jugar saben de los tres goles olímpicos de Cibeyra a Barcelona.

Eso es porque nadie hizo algo así. Es un récord mundial.

¿Le enseñó a alguien de Emelec a cobrar los tiros de esquina para hacer goles olímpicos?

No, porque se les hacía difícil. Me decían: ‘Cibeyra, yo no puedo pegarle como tú lo haces’. Fue algo natural que tuve en la vida: hacer goles olímpicos. Dios me dio eso.

¿Vendrá a Guayaquil?

Ojalá pueda ir allá antes de morirme, sería la satisfacción más grande. Ecuador es mi segunda patria, es el país que más quiero. Yo recorrí todo el mundo, pero los momentos que pasé allá fueron los más felices de mi vida. Me habría gustado estar en Guayaquil para celebrar los 90 años de Emelec. Ojalá el presidente (Nassib) Neme me invite.

¿Aníbal, finalmente, sigue estando loco?

Algo de loco tengo. Así nos llamaban antes a los punteros derechos. (D)

1978

año de goles olímpicos

El 9 de julio Aníbal Cibeyra hizo su primer tanto en el Clásico (2-1 venció Emelec), el segundo fue el 17 septiembre (derrota azul 2-1) y el tercero, el 19 de noviembre (1-0 ganó Emelec).

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